15 de marzo, 2017 / El Mercurio

Los hábitos no se imponen, nacen

Cuando se debate respecto a hábitos de vida saludable, la discusión suele circundar por medidas ajenas a la persona, tales como horas obligatorias de ejercicio o etiquetados de advertencia en ciertos alimentos.




Los hábitos no se imponen, nacen

Cuando se debate respecto a hábitos de vida saludable, la discusión suele circundar por medidas ajenas a la persona, tales como horas obligatorias de ejercicio o etiquetados de advertencia en ciertos alimentos.

Pero lo cierto es que estas iniciativas, aun cuando pueden ser un promotor si se diseñan de manera correcta, no suelen traer los cambios esperados y permanentes en las personas.¿La razón? Los hábitos no son algo que se imponga desde fuera, sino que debe nacer desde la libertad del propio individuo. Si la persona no se convence de adoptar una cierta práctica como costumbre en su vida cotidiana, difícilmente podrá modificar sus hábitos de vida.

En este sentido, la industria de alimentos ha impulsado con fuerza la idea de generar campañas de educación nutricional a nivel escolar, con el fin de que los niños se interioricen desde sus primeros años en buenos hábitos alimenticios. Que entiendan cuáles son las características propias de los diferentes alimentos, las porciones y momentos adecuados para su consumo, y la mejor forma de llevar una dieta balanceada de acuerdo a sus propias necesidades.

Sin lugar a dudas, estas campañas educativas deben verse complementadas con otras iniciativas, que permitan abordar otras dimensiones del mismo problema. Por esto, en el marco de la discusión sobre el reglamento de la ley de etiquetado que entró en vigencia en junio de 2016, la Asociación de Alimentos y Bebidas de Chile (AB Chile) propuso impulsar un Plan de Reducción de Nutrientes por categoría de alimentos.

Este plan implicaba que en un periodo de tiempo a definir con las autoridades, las empresas cambiarían la composición nutricional de sus productos, reduciendo las cantidades de azúcar, sodio y grasas saturadas. Aquellos productos que no fueran cumpliendo con los límites establecidos, llevarían etiquetados de advertencia.

En la práctica, esto significaba retirar del mercado una gran cantidad de nutrientes críticos. Para que estos esfuerzos dieran frutos, se requería el trabajo coordinado del sector público y privado, poniendo los incentivos y fiscalizaciones necesarias para su cumplimiento. Lamentablemente, esta idea fue desestimada por las autoridades.

Pero no ha sido lo único. La industria de alimentos ha seguido adelante impulsando iniciativas que apuntan en esa misma dirección lo que ha permitido que, en los últimos dos años, se haya reformulado cerca del 20% de su portafolio de productos, poniendo a disposición de los consumidores una variedad de productos amplia y que responda a sus diferentes necesidades. Tristemente, esos esfuerzos también se están viendo amenazados producto de una ley de etiquetado que no apunta a cambiar los hábitos, sino a demonizar ciertos alimentos bajo parámetros técnicamente imposibles de alcanzar, que más que educar e incentivar una vida saludable, creemos que confunden.

Investigación, innovación e inversión

El desafío de las empresas de continuar desarrollando productos inocuos, de alta calidad y que se ajusten a los permanentes cambios de hábitos de los consumidores es permanente, continua y se mantendrá en el tiempo, aunque no sea un desafío sencillo, ya que requiere de las tres “i”: investigación, innovación e inversión.

Acompañado de lo anterior, el mayor desafío radica en ser capaces de impulsar campañas educacionales que logran estimular a las personas a adoptar de manera espontánea y auténtica hábitos de vida saludable, donde el deporte y la actividad física, además de una dieta balanceada, se encuentren en el centro de cada uno de los chilenos.

Fuente: El Mercurio- Especial “Industria y Tecnología de los Alimentos”


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