26 de marzo, 2017 / El Mercurio
Quinoa, con un potencial no desarrollado
Las características funcionales y nutricionales de la quínoa, seudocereal de origen andino la han convertido en un producto que gana cada vez más adeptos a nivel global. Eso, sumado a la importancia del cultivo entre los pequeños agricultores, llevó a que en 2013 las Naciones Unidas decretara el Año Internacional de la Quínoa.
Las características funcionales y nutricionales de la quínoa, seudocereal de origen andino la han convertido en un producto que gana cada vez más adeptos a nivel global. Eso, sumado a la importancia del cultivo entre los pequeños agricultores, llevó a que en 2013 las Naciones Unidas decretara el Año Internacional de la Quínoa.
Si bien Chile se sumó a la celebración y se perfilaron una serie de medidas, la quínoa ha perdido presencia como cultivo. Y ello a pesar de que se ha convertido en ingrediente de distintos productos y platos en la carta de buena parte de restaurantes.
Así, si bien en el país se puede cultivar desde el límite norte hasta la Patagonia, solo se siembran poco más de 700 hectáreas y, por ello, buena parte de la demanda es abastecida desde el exterior. De hecho, las estadísticas muestran que el aumento de las importaciones pasó de 271 toneladas en el año 2012 a 1.128 ton en 2016.
Detrás de esta situación existe una serie de deficiencias que entorpecerían su desarrollo. “Hay falta de procesamientos estandarizados y déficits en la cadena de distribución que permitan al productor llegar al consumidor final de manera más directa”, dice Francisco Fuentes, el director de Quinoa Lab UC.
Menos hectáreas
En el país, el cultivo ha tenido una importante caída de superficie. De hecho, habría cerca de 706 hectáreas productivas, que en la temporada 2015/2016 representaron unas 620 toneladas, con un rendimiento promedio de 1 ton/ha. Esto es la mitad de lo que reflejó el censo agropecuario del 2007, en el que se registraron 1.470 hectáreas del cultivo, aunque en ese momento el rendimiento era de 0,6 toneladas por hectárea.
Otro de los aspectos en los que el cultivo ha tenido cambios es en las zonas productivas. Actualmente, la principal región productora es la de O’Higgns, con el 53% de la superficie, según Quinoa Lab. En 2007 el censo indicó que en la región se daba el 95%.
Entre los experto se reconoce que este es un cultivo que requiere mayor investigación, no solo porque tiene un alto impacto entre los pequeños productores, sino porque existe una demanda global a la que se puede responder.
Por ello, como consecuencias del año internacional de la quínoa y por solicitud de los mismos agricultores, en el Ministerio de Agricultura se formó la mesa de la quínoa con el objetivo de aportar conocimientos y apoyar en temas como la comercialización, la innovación, el desarrollo productivo y la difusión.
Esto porque uno de los problemas que tiene es el bajo nivel de incorporación de tecnologías, lo que implica, por ejemplo, que haya rendimientos no solo bajos, sino muy dispares, que van desde los 180 kilos a una tonelada por hectárea, lo que deja un promedio de 600 kilos por hectárea. “Esto es prácticamente el 50% de los rendimientos que alcanzan los países productores de quínoa en condiciones agroecológicas similares”, sostiene Christian Alfaro, encargado del programa de mejoramiento de la quínoa en INIA Rayentué.
Para el especialista, es clave que el país requiere fomentar la investigación, pero insiste en que hay que tener en mente que es preciso desarrollar un sistema de producción específico para cada zona, muy relacionado también con el tipo de agricultor, recalca.
Otro de los problemas que entorpecen el desarrollo del cultivo es la falta de una cadena productiva. “Se requiere que la industria participe y que se establezca un poder comprador formal, y que los productores puedan satisfacer los estándares de calidad”, dice Alfaro.
Efectivamente la comercialización es compleja ya que es un cultivo que está principalmente en manos de la pequeños agricultores, por lo que existe gran informalidad y un alto grado de intermediación -y baja capacidad negociadora-, que implica que el productor recibe muy poco aunque el precio a consumidor puede llegar a ser hasta cinco veces mayor.
Fijar un precio justo para los productores y los consumidores es uno de los cuello de botella en la gestión comercial y para dar un mayor impulso al cultivo, sostienen los especialistas.
Fuente: El Mercurio/Revista del Campo